---Los caballeros no tenemos memoria.
Comienza a mirarme sin perder detalle: labios, rodillas, torso. Nuestros cuerpos empiezan a tutearse, a reconocerse, como si hubiéramos sido (¿en otra vida, tal vez?) viejos amantes. Fue el día que me contó algunos detalles de su pasado, haciendo énfasis en la noche que conoció a Gustav Mahler, precisamente en casa de Bertha Zuckerkandl, entre estas mismas paredes. Cuando entramos al tema de los sueños y los planes, decide que es hora de partir.
Me despido de su falda en tafetán negro, de su piel maltratada y del veneno azul de sus ojos, con la promesa del reencuentro mañana mismo.
---Sí, mañana.
Comienza a mirarme sin perder detalle: labios, rodillas, torso. Nuestros cuerpos empiezan a tutearse, a reconocerse, como si hubiéramos sido (¿en otra vida, tal vez?) viejos amantes. Fue el día que me contó algunos detalles de su pasado, haciendo énfasis en la noche que conoció a Gustav Mahler, precisamente en casa de Bertha Zuckerkandl, entre estas mismas paredes. Cuando entramos al tema de los sueños y los planes, decide que es hora de partir.
Me despido de su falda en tafetán negro, de su piel maltratada y del veneno azul de sus ojos, con la promesa del reencuentro mañana mismo.
---Sí, mañana.