14.9.08

El nuevo desorden amoroso

Por muy grosera que sea esta esquematización, existen dos tipos posibles de relaciones sexuales; una relación que soluciona lo más urgente, va derecha al objetivo, prescinde de los preliminares, copulación de función, coito hogareño, limpito, reluciente, coordinado, bien dispuesto, bien regulado, bien etiquetado, bien desempolvado, bien desinfectado, bien medido, cronometrable, parecido a un cromo, mensurable, registrable, reproducible al infinito, variable conyugal del polvo con la prostituta y para la cual ni siquiera es preciso sacarse la corbata, el pantalón o el sombrero, coito que tiene la unicidad de un proyecto, reina sobre el imperio de lo similar, de lo semejante, de lo déjà vu, de lo ya conocido, coito sin aventura, sin sorpresa, casquete echado a la buena de Dios, simple vaciamiento de las pelotas, fricción de las mucosas, que se podrá contar, que se podrá condensar en una fábula que excluya cualquier extravagancia porque obedece a un orden lógico y su consumación es fundamentalmente conminación. Después, otra manera, «ligona» y paradójicamente más atenta, despreocupada de toda rentabilidad, preocupada por incitar el cuerpo del otro, de quererle en sus menores rincones, de desearle en cada una de sus divisiones; sin pasar de nada, aturdiéndose tanto en el lóbulo de una oreja como en la comisura de un labio; sopesando y pegándose cada momento, entendiendo los deslizamientos más tenues, auténtico erotismo de los detalles, aprehensión más táctil que no es la marcha triunfal hacia un goce final ni el apresuramiento progresivo de la voluptuosidad. No ir deprisa o mejor apoderarse rápidamente de algo sobre lo que demorarse, aplicarse a hacer durar cada minuto de tal manera que la variedad de las posiciones y los cambios de ritmo sean intensamente percibidos en su carácter de ruptura. No querer que suceda nada que se pueda contar pues este placer de tactilidad, este ligerísimo delirio de los sentidos no pertenece al orden de lo narrativo; lo que sucede al cuerpo no sucede a la historia, no es del orden del relato. Saber rumiar su placer sin correr hacia la muerte final, el abrazo instantáneo. Relativizar esa misma «muerte», convertirla en un mero punto en la trayectoria infinita de los abrazos. Y cultivar siempre la desviación, la variación en la que la relación sexual se complica, se espesa y adquiere un relieve que remite el coito «natural» (el coito dominante) a su naturaleza de una posibilidad entre otras.

2 comentarios:

Z E N dijo...

Y que opina Ud. amiga de todo esto? será acaso un "todo depende?"

Un abrazo grande.

angela dijo...

Todo depende eso es lo cierto, Pero que magico es eso de ... "No ir deprisa o mejor apoderarse rápidamente de algo sobre lo que demorarse"
otro
abraxo grande