21.11.09

La piel del mundo



Cierto día tenía yo u libro en la mano. Era un volumen antiguo,encuadernado en piel,una piel suave, llena de fragancias y plagada de vetas que se percibían al tacto. En vez de abrirlo y leerlo, me descubrí a mí mismo acariciando su lomo ligeramente curvo y pensando en el torso de María, también suave, perfumado y marcado por los contornos de las costillas. Me llevé el libro a los labios y le dediqué un beso ligero.
Mis labios, como antes las yemas de mis dedos, supieron captar al mismo tiempo la diversidad y los puntos de unión de aquel contacto. Por un instante, creí estar besando la piel de María, mis labios habían besado aquel libro.
Me levante y salí de casa sin soltar el volumen. Acariciándolo, empecé a pasear y amirar a mi alrededor. Fue así como me dí cuenta de que en cada birzna de hirba, pero también en cada casa, en cada puerta que véia y en cada bicicleta que se me acercaba o me adelantaba, yo sentía la presencia de Maria. En la delicada ternura de una hoja, y en las curvas elegantes de una puerta antigua, y en la mirada expectante que busca un rostro en una ventana, y en el afán de un gato al cruzar la calle....Ahí estaba María, y en ella todo estaba.
Me quedé parado en medio de la calle, como extasiado por la sensación de estar envuelto en la piel del mundo: las personas, las cosas, los gestos, los pensamientos, la tierra, el cielo las nubes y el sol,todo unido y diverso al mismo tiempo, todo piel, piel del mundo.
Luego de repente la vi a ella que venía hacia mi, y supe que el mundo entero, y yo con el éramos la piel de María.
( La historia de Maria)

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